¿Qué significa la teoría del sándwich mixto? Nosotros te la contamos.
¿Qué significa la teoría del sándwich mixto?
A nadie le disgusta un sándwich mixto, pero de alguna manera sería difícil que alguien lo eligiese para su última cena. Te contamos la metáfora ideal de un mundo en el que lo mediocre, lo que no destaca por ser ni demasiado malo ni demasiado bueno, está acaparando el poder.
Piense en un helado de chocolate, o mejor aún, piense en un sándwich mixto. Visualiza el mejor sándwich mixto de la historia, con su queso derretido, su jamón caliente y su pan tostado…¿Es la mejor comida del mundo? Desde luego que no. ¿Es la peor comida del mundo? Seguro que tampoco.
A nadie el ofende un sándwich mixto pero seguramente nadie lo elegiría para el menú de su boda o para su última cena. No se considera un plato brillante, pero para salir del paso nunca está mal, cumple su función de rico y rápido en el momento. Cuantas veces nos han podido decir “Perdone, la cocina ya está cerrada pero si quiere le podemos hacer un sándwich mixto”.
Podríamos decir que el sándwich mixto es un plato mediocre. Esto no quiere decir que sea malo, sino mediocre, me-dio-cre. Es de calidad media, según la definición de la RAE “de poco mérito”, ósea del montón.
Ahora olvídate del sándwich mixto, y piensa en tu alrededor. Piensa con la gente que has trabajado o tienes a tu alrededor, en el profesor de tus hijos o el profesor de tu universidad, o pon un rato las noticias y fíjate en nuestros políticos. Incluso en la última película de moda o último best seller. ¿No te sabe todo a jamón y queso?
Bienvenidos al mundo de los mediocres.
Esta sociedad no premia a aquellos que cuestionan el status-quo y tienen la voluntad de mejorar el sistema en el que vivimos. Lo mediocre ahora es la norma, lo normal y si te pasas de listo parece que eres el raro, el inconformista o el indignado, o cualquier otra etiqueta que indique que no eres normal.
Nos damos cuenta que las mediocres aspiraciones invaden cada vez más la sociedad y están provocando que los ciudadanos se conviertan más cómodos y más simples, condenados a desayunar, comer y cenar un sándwich mixto.
“La mediocracia nos anima a amodorrarnos antes que a pensar, a ver como inevitable lo que resulta inaceptable y como necesario lo repugnante”. Alain Deneault.
Veamos un ejemplo práctico que nos cuenta Deneault en su libro. El sistema educativo no quiere a un profesor que no sepa usar la fotocopiadora, pero aún menos aceptará a un profesor que cuestione el programa educativo tratando de mejorar la media.
Traslada el modelo a cualquier otra profesión y encontrarás un panorama con profesores universitarios que en lugar de investigar rellenan formularios, periodistas que ocultan grandes escándalos para generar clics con noticias de consumo rápido. Ni rastro por el trabajo bien hecho.
La mayor parte de las veces lo que nos suena extraño tendemos a calificarlo como malo. La única manera de combatir ese sesgo es tener un sistema en paralelo para concederse una cierta excepcionalidad porque el sistema, por nuestro comportamiento gregario y por la igualdad democrática tiende a premiar la conducta adaptativa.
Quien quiera evitar ese sesgo lo que debe hacer es procurar tener la compañía de alguien que le diga la verdad a la cara, que no le hagan la pelota como suele hacer la mayoría de gente.
Generamos un promedio estandarizado, requerido para organizar el trabajo en el modelo que conocemos hoy. Los mediocres se organizarán para alabarse unos a otros, se asegurarán de devolverse los favores e irán cimentando el poder de un clan que irá creciendo atrayendo a sus semejantes. Es un círculo vicioso.
“Vivimos en un orden en el que la media ha dejado de ser una síntesis abstracta que nos permite entender el estado de las cosas y ha pasado a ser el estándar impuesto que estamos obligados a acatar” Alain Deneault
El origen de la mediocracia se remonta al sigo XIX, “cuando los oficios se transformaron gradualmente en empleos” se estandarizó el trabajo y los profesionales se convirtieron en recursos humanos, formateados, clasificados y empaquetados como gerentes, socios, emprendedores, autónomos, asociados.. Tenemos a gente que produce alimentos en cadenas de montaje sin saber cocinar ni un sándwich de jamón y queso, que te dan la turra por teléfono con estimulantes tarifas que ni ellos mismos entienden, que venden libros que jamás leerían. Trabajan como la media porque el trabajo no es para ellos más que un medio de superviviencia.
¿Qué es más peligroso un profesional mediocre o uno directamente malo? Mediocridad no es sinónimo de incompetencia. Los poderes establecidos no quieren perfectos incompetentes, trabajadores que no cumplan su horario o no obedezcan órdenes. En realidad cuesta ser mediocre. Uno puede ser mediocre muy competente, es decir, aplicado, servil y libre de todas las convicciones y pasiones propias. En este caso, el futuro es suyo.
¿Somos más mediocres que antes? No vamos a inventar un mediocrómetro para estudiar grado de mediocridad de las personas, pero si podemos establecer una evolución de mediocridad y mediocracia. Antiguamente era utilizada por las élites para denunciar el reclamo de las clases medias que querían probar la ciencia, el arte y la política. Actualmente, la mediocridad ya no es deplorada, sino promovida. Se ha convertido en un sistema.
En este régimen mediócrata, se desprecia cualquier pensamiento crítico o cualquier reflexión a largo plazo, porque sólo se autoriza lo normativo, la reproducción, las afirmaciones mecánicas de lo evidente.
Se nos dice, paradójicamente, que depende de nosotros salir del desempleo, hacernos atractivos en el mercado laboral, ser activos en Facebook, emprender.. Casi todo conspira para que parezca una responsabilidad personal cuando se ha enseñado a restringir de tu conciencia.
El problema de todo esto es que desde niños en la escuela nos preparan a los jóvenes a acatar órdenes, a saber trabajar en cadena y en equipo, a competir con tus compañeros y a no pensar mucho más allá del libro o de lo que se plantea en el temario. Se forman como futuros trabajadores y son clasificados según sus capacidades, después de ese trabajo serguirá premiando la mediocridad y la servidumbre.
Hace mucho tiempo que dejaron de estar los más listos en el Gobierno, pero no porque los gobernantes se hayan hecho más tontos, sino porque los demás somos ahora más listos.
¿Cuál es la solución ante la mediocracia?
La solución es elevar la media, que haya más cultura de formación y que haya más gente que no se conforme. No se trata de mejorar el proceso de selección de líderes, lo que hay que trabajar es la inteligencia colectiva de la sociedad.
La alternativa actual, nos recuerda Alain Denault, es la “grisura”, lo “ínsipido”. Ya saben, lo mediocre.
Un sándwich, mixto, por favor.