Los neuroderechos: La privacidad de tus emociones
El cerebro seguramente sea la máquina más sofisticada. Diseñada para entenderlo y comprenderlo todo; sin embargo, la paradoja está, en no ser capaz de comprenderse a sí mismo.
En la actualidad, los avances en la neurociencia y otras disciplinas que estudian el comportamiento humano, buscan los fundamentos biológicos a nuestra conducta.
Pero ¿cómo permite la tecnología acceder a la corteza cerebral? Mediante una interfaz cerebro-ordenador que puede conectarse de manera invasiva, a través de un chip implantado con cirugía, sensores o cascos.
Eso no es el futuro. Es el presente. ¿Sabías que En Estados Unidos ya hay entre 20.000 y 30.000 personas con un electrodo en el cerebro?
¿Qué pasará cuando estemos expuestos a que otros conozcan nuestras emociones o introduzcan pensamientos en nuestro cerebro?”En Rusia ya son capaces de reproducir imágenes a través de impulsos eléctricos traducidos en las ondas cerebrales, de tal modo, que podemos ver las imágenes sin que verdaderamente se produzcan.
Otro experimento, en animales llevado a cabo por unos científicos lograron implantar recuerdos artificiales. Consistió en hacer una ingeniaría inversa: es decir, mapearon los circuitos cerebrales que llevaron a la formación de una memoria natural en un ratón. Posteriormente, estimularon las células cerebrales en otro roedor, que habían identificado aquel primer recuerdo del primer animal. Así pues, pudieron crear desde cero una memoria artificial, que fue retenida y recuperada en un segundo animal.
El proyecto más avanzado en el mapeo del cerebro y el análisis del comportamiento es la BRAIN Initiative (Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies). Que aspira a componer en los próximos 15 años el mapa de toda la actividad cerebral.
El proyecto se basa en desarrollar tecnología que permita registrar la actividad de las cerca de 100.000 millones de neuronas. Su objetivo es curar y evitar la esquizofrenia, la epilepsia, el Alzheimer o la enfermedad de Parkinson.
¿Pero qué sucederá si esa tecnología se utiliza en el sector del marketing, de la comunicación, donde el fin es la venta? ¿Te imaginas poder leerte las emociones para venderte un producto?
Esto es el presente, ya se está haciendo en animales. El experimento de Rafael Yuste consiguió manipular el comportamiento de unos ratones. Lo hizo interviniendo en el cerebro de estos roedores; que fueron adiestrados para absorber un zumo cuando vean unas rayas en una pantalla. Hasta llegar al punto de que los ratones seguían bebiendo zumo sin que vieran esas rayas. Podemos decir, que manipularon su cerebro.
“La privacidad máxima de una persona es lo que piensa, pero ahora ya empieza a ser posible descifrarlo”, nos asegura Yuste.
La clave es en compensar la dualidad que genera la neurociencia, y cómo se traslada al uso tecnológico, inteligencia artificial…
Cada día estamos más cerca de controlar las emociones e identificar los pensamientos del ser humano.
Debido a ello los defensores de los neuroderechos, demandan incluir puntos concretos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU. Estos neuroderechos se recogen en cinco puntos:
1. Derecho a la privacidad mental: La actividad de las neuronas que son el soporte de tu pensamiento y mente no podrán ser sacados de tu cerebro sin tu consentimiento y no se podrán utilizar en forma comercial
2. Derecho a la identidad Personal: Cuando conectemos el cerebro a una interfaz inteligente, evitar que se utilice en tu contra.
3. Derecho al libre albedrío: Tomar una decisión propia, sin estímulos ni manipulación cerebral.
4. Derecho al aumento de la neurocognición: Uso de algoritmos para utilizar la actividad cerebral.
5. Derecho a la protección de sesgos: conexiones que puedan generar discriminación entre sexos, razas, religión… Cualquiera que fomente el odio.
Es urgente y necesario empezar a proteger la privacidad mental, pero también el derecho a la identidad personal, ya que, se podrían aportar habilidades sobrehumanas a través de la inteligencia artificial y otros algoritmos.
Los resultados de estos experimentos nos sirven para ser conscientes del órgano tan poderoso que tenemos, capaz de determinar cómo somos, y las capacidades que nos otorga. Es un conjunto de células y sustancias químicas con los conocimientos que tenemos al alcance, que ya podemos manipular. De este modo, podríamos alterar el impacto de las experiencias que definen nuestra personalidad, o parámetros de la inteligencia.
¿Hasta qué punto nos interesan estas herramientas cuando puede llegar a generar la manipulación genética? ¿Será posible controlarlo con los neuroderechos? Probablemente sean tan grandes que quizá nunca podremos beneficiarnos de ella…